Conocí a Ramiro Lapiedra hace ya más de 10 años. Creo que fue en una 'Mostra', pero bien pudieran haber sido unos Premios Turia, un Cinemajove o cualquiera de esos 'saraos' que continuamente se montaban en Valencia. Recuerdo que esa misma noche coincidimos, además de los habituales noctámbulos locales, personajes como Malena Gracia o José Manuel Parada. Ramiro no venía solo, le acompañaba su por aquel entonces pareja, la espectacular Celia Blanco, y como no, su hermano Pablo. Los 'Lapiedra Bros' eran por aquel entonces los dominadores del 'porno' español, sus películas eran rompedoras y estaban rodadas con una estética impecable e innovadora.
Ha pasado el tiempo y en la actualidad, el 'porno' es una historia pasada. Celia Blanco es la pareja de Carlos Bardem, Pablo Lapiedra está pasando seguramente sus peores momentos y Ramiro sobrevive. Sigue siendo el mismo 'enfant terrible' encerrado en ese cuerpo de luchador, exportero de puticlub y discotecas, pero con algo que le hace entrañable. Estuvo en Valencia hace unos días presentando su segundo libro en la FNAC, en un acto presentado y moderado por los incorregibles 'Casto Escópico' y 'Manolín' Valencia.
'Amor, alcohol y coca' es un trallazo directo, el relato autobiográfico del descenso a los infiernos de Ramiro, en su última etapa en Barcelona. Duro, brutal y descarnado, como lo era su primera obra 'Epifanía' pero a la vez, mucho más tierno. El libro se devora en cuestión de minutos... Es potente al igual que otras historias similares que han pasado recientemente por mis manos, como 'Como una moto' de Bob Woodward, que relata la 'galopante vida' de John Belushi o 'Confesiones de un gangster de Barcelona', de Lluc Figueras, donde se retratan los años salvajes de ese atracador apodado 'el Oso', pero el libro de Ramiro consigue que te identifiques con él. Cada 'raya', 'borrachera' o 'polvo' lo sientes como si fuera en propia carne. A veces odias a ese personaje canalla, en caída libre, pero a la vez lo comprendes y sientes compasión con él. En el fondo destila ternura. Prueba de ello es que cuando terminé de leerlo, no sentí deseos de beber, drogarme o salir a la calle a vivir la noche... Simplemente, me levanté de la cama y acudí al dormitorio de l'hereu para besarle en la frente y desearle, al igual que a todos vosotros.... Felices sueños!