Si hay algo que los aficionados del Espanyol tenemos claro al empezar la Liga es que (almenos hasta ahora) no vamos a ganarla. Así que la temporada comienza con las clásicas expectativas de la Copa del Rey, ganar al Barça o clasificarse para la UEFA (actual Europe League). Por contra cruzamos los dedos para evitar el temido descenso. A veces no sucede ni lo uno ni lo otro y entonces nuestro clásico sufrimiento en uno u otro sentido se desvanece en una apatía general y una sensación de aburrimiento eterno. Eso es lo que ha pasado este año, con el equipo salvado a falta de varias jornadas para el final, sin posibilidades de conseguir nada y acabando clasificados en el puesto 11. Ni pena ni gloria para un conjunto que en verano perdía a su capitán de manera trágica y acababa despidiendo a su ex-capitán. Lo mejor del año, sin duda, el nuevo estadio y la respuesta de la afición.
Si trasladamos el escenario al mundo del balón ovalado, pues la temporada podría resumirse de una manera muy similar. Este año los Giants no hemos perdido la Final de la Liga porque no nos hemos clasificado para la siguiente fase. La temporada del debut en la LNFA (Fútbol Americano a 11) ha sido más que positiva (6 victorias -las mismas que los primeros de nuestro grupo- y sólo 2 derrotas) pero se ha acabado antes de lo previsto. Además, personalmente, ha sido el año de mi retirada después de 20 dándome cascazos. Una retirada, largamente anunciada y nunca cumplida, que en el presente ejercicio (sólo he jugado un partido) y por motivos personales se ha ejecutado finalmente. Así que por primera vez en dos décadas me ha tocado vivir los encuentros desde la grada y creédme, no ha sido nada fácil. Pronto publicaré mis memorias, palabra de línea de ataque.
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